Durante la edad española, debajo del reinado de Felipe II, fue construido en Santa Teresa (entonces Longonsardo) la torre costera que se encuentra al frente de la ciudad. Su aparición está estrechamente ligada a la decadencia del castillo de Longonsardo (o Longosardo), en la entrada del puerto, sobre el costado en frente a la urbanizaciòn actual. El castillo fue destruido alrededor del año 1423, y durante casi un siglo la costa fue expuesta sin ninguna protección, a los ataques de piratas, contrabandistas y bandidos. En 1578, el virrey de Cerdeña de Felipe II de España, estuvo de acuerdo con el mismo rey sobre un plan de defensa de las costas de la isla, a través de un circuito de torres de vigilancia; en el programa final con fecha 1587 también estaba incluìda la torre de Longonsardo. Objetivo principal era el de ser eficaz en la limitación de los ataques de los piratas, así como el de contrabando con la vecina isla de Córcega; el espolón de roca situado entre la desembocadura del fiordo de Longonsardo y el escollo a levante de la playa (Rena Bianca) era estratégicamente adecuado para el control de la costa.
No hay una fecha cierta de la construcción, por cierto fue terminada en 1599, ya que la Torre era en funcionamiento. En una segunda etapa todo el apoyo rocoso fue fortificado con muros robustos que formaban una especie de triángulo de la zanja y de la que hoy queda sólo una pequeña parte.
Construida con bloques de granito, la torre tiene un diámetro de unos 19 metros y una superficie de 285 metros cuadrados. Es de 11 metros de altura sobre la roca y tenía la puerta de acceso sin una escalera exterior, (por mucho tiempo se utilizò una escalera de cuerda) y se erige a 6 metros del suelo en el lado opuesto de la mar. En el centro de la torre, a donde originalmente habìa dos habitaciones, se encuentra un enorme pilar que soporta el techo curvado y todavía hoy hay un tanque, excavado cerca de la pared interior hacia el sur-este, que abastecía la guarnición del agua de lluvia. Siempre en el interior una escalera de caracol conduce a la bòveda, donde una muralla alta màs o menos un metro queda interrumpida por cortes, dando a la torre la almena. En el lado opuesto a la puerta de acceso, hacia levante, hay otra abertura rectangular, que, admàs de dar luz, permitìa la observación del mar y tal vez el uso de las armas pequeñas, además de aquellas màs grandes en la terraza. Residía en la torre un “alcaide”, que inicialmente tenía la tarea de vigilar 57 millas de la costa, sólo parcialmente visible desde el fortalicio, el cual estaba tambièn equipado con cuatro “dragones”, tomados del despacho desprendido de Tempio. Las crónicas de la época registraron en 1658 un ataque “bàrbaro” y varios documentos dan testimonio de las actividades de vigilancia, llevada a cabo por la fortaleza en esa temporada. Con el Tratado de Londres de 1720 Cerdeña pasò a la casa de los Saboya; en 1792 se hicieron reparaciones y cambios en las estructuras y, en previsión de ataques franceses, se programò la instalación de cuatro cañones calibre 16, y se preveìan hasta 10 hombres de guarnición. Desafortunadamente, en algunos documentos resulta que “…no habiendo hecho el trabajo segùn Dios manda..” y no habiendo realmente mejorado el Virrey todas las oportunidades para defender la isla, en la Torre de Longonsardo la guarnición quedò reducida a una sola unidad en 1794, justo en una temporada de alta tensión, ya que Córcega actuò como cabeza de puente de la Francia revolucionaria.
Fue justo debajo de la torre, que tuvo lugar en junio de 1802, uno de los episodios de la tràgica década revolucionaria de la isla, marcada por la figura del juez Giommaria Angioy, jefe de la lucha antifeudal. En exilio en Francia, el Angioy seguìa teniendo seguidores, quienes en repetidas ocasiones trataron de regresar a Cerdeña para sacar a la gente en pie de guerra contra los Saboya. Así que en la noche del 16 de junio 1802 la Torre de Longonsardo fue asaltada y conquistada por un pequeño grupo de emigrantes sardos reparados en Córcega, seguidores de Angioy, y encabezados por el sacerdote Francesco Sanna Corda. Este, rodeado y abrumado por las tropas reales, que llegaron desde La Maddalena, cayó en combate a los pies de la Torre, donde, al parecer, también fue enterrado. En esa ocasión, tomó el mando de la Torre de Longonsardo el capitán Pietro Francesco Maria Magnon, quien una vez evalorada la importancia de la ubicación geográfica y la posibilidad de crear un pueblo totalmente autosuficiente, solecitó al rey y a los altos funcionarios del reino, a través de una larga serie de cartas. La tenacidad de Magnon, considerado por lo tanto el principal promotor de la fundaciòn de Santa Teresa, fue premiada el 12 de agosto de 1808, cuando Víctor Manuel I emitió un decreto que ordenó la creación del nuevo pueblo.
Algunas anécdotas sobre la Torre
Desde la Torre de Longonsardo, alrededor de 1657, el alcaide Giovanni Galluresu defenderà la costa, prácticamente en solitario, para evitar el desembarco de una banda de piratas. El mismo héroe e indomable gobernador de la Torre, se convertirá, por desgracia, unos años más tarde en el bandido más temido de la temporada, casi un predecesor de bandidaje y de los secuestros de persona.
El 12 de junio 1802 es la fecha en que el pequeño grupo de exiliados dirigidos por Sanna Corda y por Cillocco llega en la costa de la Gallura. En las tres torres galluresas de la Isla Roja, Vignola y Longonsardo se levantó la bandera francesa durante cuatro dìas.
Es del 1912 una resolución municipal que declara la solicitud de Anselmo Bucci, pintor de la regiòn italiana Marche, de la intenciòn de comprar la Torre Española para hacer su residencia habitual y su estudio. La administración había expresado su opinión favorable, pero el estallido de la Primera Guerra Mundial y el alistamiento de Bucci en el Batallón de Ciclistas cambió el curso de los acontecimientos y el pintor nunca se convirtió en un residente del pequeño pueblo.
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